"Sé que ese azul radiante que lleváis en los ojos
es un cielo pequeño con un oro dormido" Vicente Aleixandre

martes, 27 de diciembre de 2011

"Había luces tenues detrás de la puerta..."

   Había luces tenues detrás de la puerta, que parecía entreabierta…” ¡Entra, mujer, no tengas miedo!” Ésas fueron las palabras dichas. Las que arrebataron al tiempo su justa medida. Nadie lo entiende, pero caminan. “No me empujes”, dijo la mujer con voz cansada. Y , riendo para sí, vio que nadie la empujaba realmente. No tengas miedo,  acaso ahora es cuando descubres que erraste en unas cuantas cosas.  No tengas miedo, porque lo peor ya ha pasado. Y , de nuevo, la mujer sonrió mirando en su interior, ¿lo peor? ¿cómo va a ser lo peor si ya no queda tiempo? ¿cómo puedo ajustar ahora el reloj hacia atrás y hacer mejor lo que no hice del todo bien? “Oh, no, no se puede”, dijo alguien que buscaba la sombra para no ser reconocido. ¿Cómo no va a poderse si es ahora cuando empieza todo? Y volvió a reír entre sollozos. Supo con una clarividencia extraña que no le dolía saber la verdad que ya había sospechado en cada renuncia, acatamiento, o reflexión. “Yo lo sospechaba, lo intuí desde jovencita”, ¿recuerdas aquella rosa en tu ventana? Ahora tiraría mil, todas, que la inundasen. Ahora recorrería mil veces tu calle para gritarte a la cara todo el amor que me inspirabas. Y cogería de la mano a todos los novios que no tuve, y reiríamos juntos. Y así hasta la extenuación de la alegría. Sshh, entra...

lunes, 19 de diciembre de 2011

"Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción..."

Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción… Hubo una adolescencia perdida para  mí, en la que el terror por el desconcierto dejó paso a una música apasionada y delirante. Beethoven, Chopin, pero, sobre todo, Satie… Me balanceé a su ritmo durante los paseos al instituto con mil poemas apretujados en el bolsillo. Grababa fragmentos de obras desconocidas, A veces un sonido me remitía a otros y así, cadencias, repeticiones, hasta que apareció, por primera vez, en una película argentina, después…, en cualquier otro lugar. La misma melodía asociada a momentos muy dispares. Adoré el violonchelo, lo adoré como se adora el cuerpo de una mujer hermosa en sus formas. Las curvas del instrumento alado también remitían a las mías propias, mi cintura. “Ese hueco evanescente que recorrías con los dedos después del amor, plena de suavidad, la piel, y de locura”. Entonces Bach, siempre Bach.

lunes, 12 de diciembre de 2011

No sabía que en la guerra...

   No sabía que en la guerra hay monstruos más terribles que el hombre.  Los hay. Yo los vi. Esparcidos y derrotados, convulsos y lastimeros. Odiaban con desgana y sin atisbo de duda. Contradictorios. Ni siquiera lloraban sobre los cuerpos muertos. Ni siquiera saludaban con ademanes de despedida. Estaban muy lejos de nosotros ahora. Unos argumentaban el robo de sus chaquetas, sus botas, sus calcetines, alguna camiseta rota; otros arrancaban pedazos inacabados de alimentos podridos. Los había que reían a carcajadas frente a la carne inerte. Escupían y maldecían porque el odio es odio al fin y al cabo.
   Tal vez no lo vi. Puede que lo haya soñado. A veces por la noche me asalta el miedo. Y me empujan al campo de batalla desde la oscuridad. Oculto la cara entre las manos y lloro. Pero nadie me escucha. Y tengo que elegir: o la muerte o el asesinato. Alguien me aparta con fuerza las manos del rostro. Evidentemente elijo morir.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Retazos...

   Me pasé parte de la adolescencia mirando a mis abuelos. Ellos marcaban la diferencia. La madre de mi madre y el padre de mi padre. Impenetrables, férreos. A mi abuela la vi luchando a diario, sin fijarse, asumiendo que la vida era así: había trabajado mucho, y había perdido a su hermano, muy joven, en la guerra. La Guerra Civil Española. Ella nunca habló de su dolor, pero su fotografía en grande, guapo, elegante, con traje, siempre presidió la segunda parte de la casa, más íntima, con olor a neftalina, más prohibida. Siempre adoré el olor de sus cajones. Y el suyo propio. Olía muy bien. Antes de leer a Proust ya había descubierto yo mi proclividad a hundirme en un mundo de olores, o a extasiarme de todas todas. El comienzo del buen tiempo era para mí, cambiar el papel de las paredes de casa de mi abuela. Si me preguntáís a qué huele el sol, os diré: a higuera, a la gran higuera del patio de mi abuela. Se mezclaba la cola, con el papel (aún el papel se ponía como necesidad y no por un lujo vintage), y toda la familia, las mujeres, participábamos en ello. Gracias, abuela, porque nunca he sido más feliz sin saberlo.

martes, 6 de diciembre de 2011

La película de mi vida...

Definitivamente lo es. Como la de miles y miles de personas desde 1938. "La fiera de mi niña", de H.Hawks, es mi película. Y lo justo es decir que todos, tanto el director, guionistas, como los actores, suscitan, a partes iguales, mi eterna admiración. Cary Grant, con esa bata que le hace aún más masculino (recordad..., la bata más femenina en el cuerpo imperioso del más masculino de los hombres, ¿es posible que ese juego del director te haga decir: eso es arte, eso es arte?). Y me emociono. Y me elevo, y me pasaría horas y horas repasando cada escena. Desde el primer momento, Katharine Hepburn personifica la imagen de la vida leve. La había visto más veces, pero ayer, cuando terminó, comprendí que representaba lo que yo espero, lo que me gustaría que fuese la vida. Nada es tan importante como para no hacer un juego. Hasta lo más serio es trivial y elegantemente alegre, vivaz y leve, muy muy leve.. Respaldada ella por un amor profundo y loco. "Señor Hueso", je..Me encanta cuando Cary Grant va a saludar al coronel pensando que es él el señor Hueso, y cuando van detrás del perro, y cuando cantan la canción a Baby, y cuando están todos en la cárcel, y cuando están cenando en la casa de su tía... Je... Tenéis que verla o volver a verla.
Pero antes... ¿Cuál es vuestra película? Un abrazo muy muy leve.

El otoño y los años

... Y llega el otoño. Y uno se siente frágil como las hojas amarillas, que imaginas (antes de comprobarlo), que crujirán bajo tus pies si las pisas con rabia.. Hay tantas cosas palpitándote en la cabeza, en el alma, que no sabes bien dónde pusiste la calma del verano y por qué entonces querías que llegase este mes. Casi octubre, apocalíptico.., casi 2012... Y nosotros empeñados en la ceguera. Anulamos citas, rechazamos amores, rebuscamos palabras de cariño cuando "alguien se arrastra a pedírnoslas", a veces,  nos arrastramos reclamando un gesto, que no llega.. Ensimismados, abstraídos y abstractos.. Un poco parecidos a la mujer del actimel cuando aún no se lo ha bebido. Y continuamos, porque nadie dice basta, como en el poema de César Vallejo,¡qué bueno!, "y vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como un charco de culpa, en la mirada." ¿Estamos creando puentes? ¿Era ése nuestro cometido? Yo no lo sé, pero no quiero una palmada tan fiera, quizá sólo un gesto.. ¿Y tú, qué piensas en este momento, sobre qué?

Un abrazo...

Ayer llovió, llovió mucho... Pude escuchar el silencio, las gotas.. Olía a quemado, es como si en las casas aún encendiesen fuego, con leña.. Pero es una ilusión.. Ya poca gente lo hace. Ayer tuve miedo a no tener nada que decir. Cuando uno pasa ratos consigo mismo, sucede que se le vienen al alma instantes precisos de su vida, pero no de lo que fue o será, de su vida de manera estática. No sé si me entendéis.. Entonces entra pánico, no es tristeza, ni amargura, ni dolor, es pánico, vértigo, quizá... No sé si es vértigo a lo desconocido, o vértigo a la nada, simplemente. A mí me gustaría saber si os pasa a veces. Entonces, ayer, me dieron ganas de mezclarme, pero volví a escuchar el silencio de la lluvia y empezó a irse la luz del día. En ese momento odio no vivir en una ciudad, no tener un abrazo constante, y en última instancia un perrito lamiéndome la cara.. ¿Estoy abocada a ser una de esas viejas solteronas que idolatran a sus perros? Nunca me imaginé así, pero tal vez sea el momento.. Total, ya hace mucho que el teléfono suena poco (soy una insociable, concluí). Yo quería saber si a vosotros os pasa algo parecido, ¿os pasa? Este mensaje tiene una petición como postdata: un abrazo de al menos seis segundos cuando volvamos a vernos..¿Os parece?...

El porqué del llanto

¿Necesitamos de las emociones o las emociones nos necesitan a nosotros? Hace tiempo leí una frase: "El sufrimiento no tiene más sentido que la felicidad". Muchas veces ha venido a mi memoria, sobre todo, cuando el hecho de aplicarla me hubiera valido la pena. Sin embargo, no supe enfrentarme al dolor con optimismo. Vivimos en una sociedad con valores cristianos, no del todo desarraigados, pese a la estulticia con que enarbolamos esa más que merecida bandera de libertad. Vivimos en una sociedad que deja un sendero de lágrimas y culpas acuñadas por un largo y pesado tradicionalismo religioso. Antes, mucho antes, hubiera creído que el romanticismo literario y cultural, ante todo, tenía plenamente la culpa de que yo llorase hasta el desconsuelo porque me sentía desgraciada. Pero no, algo ha sucedido que me ha hecho comprender que no. Que los grandes acontecimientos religiosos son un camino pensado hacia la terrible e inevitable consciencia de la muerte. Tal vez es algo que todo el mundo sabe. Por eso no digo, ¡cuidado!, porque si como yo, no visteis con claridad hasta ahora qué pobres instrumentos somos, y el razonamiento era vago y el tiempo pasado mucho.. Entonces de qué serviría, quizá es mejor no darse cuenta y llorar y reír como hasta ahora...Llorar o reír como se llora o se ríe en busca de un sentido hacia la huida de un vacío que existe, y que seguro sospechamos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma.

Deseaba que fueras tú, lo deseaba con toda mi alma.
¿Cuánto tiempo hacía de aquello? ¿Dos años, décadas? Te me habías materializado en los cafés, ya sabes…, esa forma tan tuya de mirar al infinito; y en la calle, caminando, a veces detrás de ti; otras, casi rozándonos… Te había observado en cada rostro desconocido, en cada uno, había retazos de ti esparcidos con desgana. Pero no volví a escuchar tu voz, pudiera haber sido…, pero no sin tu acento, sin esas palabras que ensartadas con gracia te hacían el ser más enigmático de mi único mundo.
Allí estábamos, tú a la salida del cine. Yo, a la salida del cine. No pude soportar la oscuridad, o el tedio, o la insignificancia de la pantalla. Al encontrarme contigo, olvidé que tú eras de esos individuos nada convencionales. Tal vez no habías soportado la oscuridad, puede que el tedio o simplemente la insignificancia de la pantalla. Entonces alcé mi brazo para darte en el hombro, así, como si te gastase una broma estúpida, ¡eh, que estoy aquí!, pese a la inmensidad de los imposibles… He recorrido todos estos lugares para ser quien esperas que sea, he aprendido a desaprender la rutina, los ideales, todo aquello que no nos sirvió de nada. Vengo prístina, virgen. A ofrecerte desde el origen el amor que me inspiraste. Y sucedió que entonces, por sobre mi hombro, alguien me llamó para gastarme una broma estúpida, balbuciendo no sé que de un amor pasado. Sólo pasaron segundos, cuando volví a girarme, te habías ido.

domingo, 4 de diciembre de 2011


De lo que aprendí del silencio…
A medir las fuerzas contra las opacidades.
Si  estás solo te envuelve. Hay una sombra que no habla y se esconde. No es tierna.
Ni prudente. Pero está sobre el mundo esperando que te rindas ante el abismo.

Rapsodia química

…Entonces llegó el invierno. En el piso de arriba seguían escuchándose los ruidos de humanos en esa existencia-neutra-XXI: voces con distintos acentos, una pelota rodando y deteniéndose justo al quinto golpecito irresistible, tacones, mesas, niños… Sinfonía fin de siglo. Fuera, en las aceras, seguían desparramados por el suelo los restos de basuras (entes incompletos que no querían irse, por algún estúpido motivo, al lugar que les correspondía). El aire frío. Los animales domesticados aporreaban las puertas con ademanes indómitos. El pasado a la inversa. Pasmados ante probetas, los científicos admitieron el desconcierto, la perplejidad del año cero.